"Siempre
decile a una persona como te estás sintiendo, porque las oportunidades se van
en un abrir y cerrar de ojos, pero el arrepentimiento puede durar una vida
entera".
Hace un par
de días me disculpé con una persona. Meses atrás había escrito un artículo en
el que describía una situación que se había dado entre nuestros hijos, sin
mencionar nombres, concluyendo que se leería como cualquier otra de las
anécdotas de mi blog y que nadie se daría por aludido.
Sucedió todo
lo contrario y se desencadenó una situación muy incómoda para ambas partes.
Sabía que había metido las patas. Hasta el fondo. Pero por preservarme dejé que
pasara el tiempo, por mucho tiempo. Me tomó varios meses armarme de valor y
enfrentarme a todas las variables de pedir perdón: podría mandarme por un tubo,
ignorarme y dejarme hablando sola, podría enardecer, todas con justa razón.
Coincidimos
casualmente en un lugar y decidí que debía sacarme esa espinita del corazón. Era
ahora o nunca. Dejé mis cosas sobre la mesa, respiré hondo como si fuera a
sumergirme en una piscina, podía sentir mis manos y pies helados y sabía con
certeza que se me iba a entrecortar la voz. Debía ser valiente y disculparme.
Aunque sintiera que me estaba ahogando de la angustia, porque en general para
los terrícolas pedir perdón puede ser tan difícil como tirarse al vacío...
Me senté a
su lado para expresarle mi arrepentimiento. Me escuchó atenta y tranquila, me
expuso sus sentimientos y su resentimiento, pero aceptó mis disculpas. Fue una
conversación entre dos mujeres maduras que mirándose de frente solucionaban un
problema. Ambas sabemos que nuestra relación es similar a la de dos cables
pelados haciendo corto circuito, que nuestras diferencias son irreconciliables
y que la distancia y la cordialidad es lo que mejor nos sienta. Ambas
concordamos en no intentar forzar nada entre nuestros hijos.
Esa noche
regresé a mi casa sintiéndome liviana, tenía otro semblante. Estaba en paz. La
paz que sólo nos da el aceptar nuestros errores, aunque tengamos que bajar la
cabeza y guardar el orgullo en una gaveta bajo llave. Yo había pedido perdón
con el corazón en la mano. Ya no sentía apretujado el pecho y podía percibir
que mi aura había cambiado de color.
Todo el
tiempo metemos las patas. Muchas la embarramos hasta el cuello. A veces herimos
con nuestras palabras, acciones o gestos. Tantas otras lastimamos por omisión.
Pedir perdón cuesta un mundo, pero la gratificación es enorme aunque implique
tomar distancia o dejar ir por las buenas.
Ármense de
valor, sostengan la respiración, cierren los ojos y visualícense dando esa
disculpa que les estruja el alma. Nada, ni nadie, les dará la paz interior como
sacarse ese peso de encima.
#losfabulosos30mas #siemprefabulosas #desdeadentro
#funcioncreativa #vivencial #mujeresreales #realwomen #modaytendencias
#lifeblogger #fotografiaintegral #seguiraprendiendo #reconectandomeconmicuerpo
#reconectandomeconmisemociones
#mujeryactualidad #cambiemoselapp
Esther
Lev Schtirbu
Comunicadora
/ Fotógrafa
FB:
Los Fabulosos 30+
www.losfabulosos30mas.blogspot.com
losfabulosos30mas@gmail.com
losfabulosos30mas@gmail.com
No hay comentarios.:
Publicar un comentario