Como buen
niño, mi hijo de ocho años es un tanto temerario con cualquier aparato que
tenga ruedas. Yo pretendo que mantenga los dientes y la cabeza en su lugar y le
prohibo salir sin casco en su patineta... Es un tema reincidente, que termina
en un sin número de explicaciones de mi parte sobre las terribles consecuencias
de no utilizar protección.
Mi chiquitina
se enoja sobremanera cuando se le niega la posibilidad de expresar su pasión
por el arte y hacer manualidades que ponen en riesgo inminente los adornos y el
orden de la casa. ¿Por qué no puedo pintar con mis acuarelas las piezas de
cristal Checo de la bisabuela? ¿Por qué no puedo pegar escarcha de las sillas
del comedor?
Mis hijos
piensan que 'no' es mi palabra favorita. Su versión es sin duda un poco
exagerada, pero debo reconocer que empleo la palabra con frecuencia. Están en
la edad de probar nuestros límites, en la conquista de su independencia. Ante
sus manifestaciones políticas y reclamos, he buscado novedosas maneras de
emplear la tan aborrecida, pequeña y restringente palabra, en creativas
alternativas.
He cambiado la
entonación y la gesticulación. Puedo pasar de un 'no' grave a uno agudísimo,
ser seca y cortarte o tan solo levantar una ceja o el dedo índice para que se
den por entendidos. Para variar el repertorio y no sonar como disco rayado, he
puesto en práctica una interesante gama de variables para sustituir el aburrido
y trillado 'no', y hacer más amenas las discusiones, berrinches, luchas de poder
y demás situaciones que se presentan tanto con niños, adolescentes y adultos en
ciernes.
He aquí una
muestra:
1. No. De
ninguna manera.
2. Sí. La vida
puede ser injusta.
3. Bajo
ninguna circunstancia.
4.
Absolutamente prohibido.
5. Ni aunque
insistás un millón de veces.
6. Cuando
vivás por tu cuenta te doy permiso.
La tarea
comienza desde muy chiquitos. Los primeros dos o tres años de vida de los niños
practicamos el 'no' de la repetición: no tocar, no pelear, no llorar, no
morder, no arrebatar...Luego se nos hacen grandes, en ocasiones rebeldes y
viene el 'no' de ponerlos a raya, el de enseñarles a discernir entre lo bueno y
lo incorrecto, sobre el valor universal del respeto a los demás y a lo ajeno, a
diferenciar entre lo gracioso y lo inapropiado, el de crearles el concepto de
acción-consecuencia.
Es el momento
que comprendan que lo que tienen no viene de rebote, que hay que ganarse los
méritos y que las cosas se cuidan, se aprecian y que no todo en esta vida es
'desechable'. Es la etapa de que entiendan sus derechos y deberes. Para
nosotros como familia, cuatro reglas inquebrantables: la comida es una
bendición y no es un juego, la educación es un privilegio, su responsabilidad y
la más importante herramienta para su futuro, y no es una broma, sus
obligaciones en la casa los moldeará como ciudadanos del mundo y no se
incumplen, y a los adultos se les debe respeto, y no hay otra opción.
Es una tarea
difícil, constante, que si mis cálculos no fallan, se extiende hasta que los
pollitos se van del corral. Pero usar el 'no' constantemente sin duda es una
labor que nos puede agotar. Un largo día de 'nos', sermones y explicaciones me
deja desinflada, averiada emocionalmente y con una buena dosis de culpa. ¿Habré
dicho 'no' demasiado? Esto de poner límites a los hijos no es tarea fácil.
Debería existir un "Instructivo del No", parecido al manual para
aprender a conducir. Sería sin duda menos complicado, más gráfico y explícito:
Señora:
- Deténgase en
amarillo y no diga no -
- Prohibido
girar en U si dice que no -
- Ceda el paso
y evítese un no -
Como siempre
trato de tomármelo con humor. Cuando le llamamos la atención a nuestros hijos
conversamos con ellos sobre lo ocurrido. Tienen que entender el porqué de
nuestras negativas, el inmenso amor que hay detrás de nuestras decisiones
aunque los enfurezcan y el profundo temor que representa pensar que lleguen a
tener un accidente o se metan en problemas... Me parece importantísimo que los
niños y adolescentes entiendan cual será la respuesta al sobrepasar los
límites, y es sin duda la responsabilidad más trascendental e importante DE LOS
PADRES establecer estos parámetros: no le corresponde ni a los profesores, ni a
los guías religiosos, ni a los abuelos, ni a las nanas o empleadas domésticas
asumir este reto.
Tengo la
esperanza -porque en esto de educar hijos no se puede hablar con certeza
absoluta- que estamos haciendo un buen trabajo. Me complace saber, que más allá
de las travesuras normales de su edad, mis hijos son niños respetuosos, que
piensan antes de actuar y que saben que muchas veces el decirles 'no' es por su
bien. Los hijos ven en sus padres su ejemplo a seguir. Un niño que conoce las
reglas es un niño feliz y será muy probablemente un adulto bien encaminado.
Esta tarea no la puede hacer el vecino.
Yo no temo
decir un 'no' a tiempo. ¿Y usted?
Esther
Lev Schtirbu
Comunicadora / Fotógrafa
www.losfabulosos30mas.blogspot.com
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