miércoles, 29 de mayo de 2013

YO SONRÍO


Me encanta observar a la gente; en una fiesta, un restaurante, la playa, de paseo. Me parece increíble que todos seamos tan distintos y sin embargo tan iguales. Aquí y ahora todos estamos por alguna razón, creando vínculos y poniendo distancias todo el tiempo. Pero hoy no estoy existencialista. Hoy hago un llamado a las sonrisas.

Me considero una persona alegre y por naturaleza sonriente. Puedo ser la reina del drama en mi casa y con los de mi confianza, pero en general trato de reírme un poquito de todo y sonrío en paleta. Le sonrío a todos por igual, y esto a pesar de haber llevado ortodoncia hasta hace muy poco. Orgullosa y elegantemente mostraba mi sonrisa metalizada y reflectiva.

No obstante, he notado que la gente no me sonríe de vuelta y he empezado a pensar que hay un virus o una gripe de amargura crónica o que muchas personas olvidaron el manual o kit de los buenos modales en su último viaje de compras.... He aquí una situación, digamos hipotética, para sustentar mi teoría.

Digamos que conozco a una señora (ita) en el gimnasio. No sé su nombre, pero conversamos cuando nos vemos en clases. Somos amables una con la otra. Hasta allí todo bien. Casualmente me encuentro a esta misma persona un par de días más tarde en un cumpleaños de niños. Le sonrío y saludo amistosamente con cara de “¡Mirá que coincidencia!”. No solo no me saluda, me quita la mirada y ni siquiera me sonríe en un gesto de "A vos te conozco pero me voy a hacer la loca..."

Yo ingenua pienso, "Claro, no me reconoce porque al gimnasio voy fachosa y con cara de sueño y ya maquillada, peinada, con anteojos y con vestimenta de civil, soy otra persona..." ¿A quién engaño? Esta tipa mal educada se está haciendo la “ciega-sordo-muda” para evitar cruzar dos mesitas del salón de fiestas y unos cuantos globos que nos separan y retribuir mi saludo.

Se me ha borrado la sonrisa.

Ahora tengo cara de circunstancia y estoy que me lleva...el tren. ¿Qué pasa con la gente en estos días, porqué ya no sonríen, porque ya no saludan? Yo veo frenada mi espontaneidad cada vez con más frecuencia. Conozco mucha gente, por el trabajo, el colegio, la universidad, la fotografía, la vida en general. Soy un caso perdido para retener nombres y apellidos, pero ¿una cara? Una cara nunca se me olvida aunque me sea difícil ponerla en contexto. ¡Cara conocida, sonrisa segura!

Situaciones similares me suceden todo el tiempo con gente que me conoce de siempre, desde que soy una niña. ¡Medalla olímpica a la falta absoluta de buenos modales! ¡Vivan la arrogancia y la insolencia! ¡VIVA! (…y luego se cuestionan que pasa con los niños y adolescentes de hoy en día.)

No soy un billete de cien dólares, ni una pera en almíbar para caerle bien a todo el mundo. Si me la hacen, respondo. Tengo mi carácter y más de un “conflicto pasivo” con algunas personas que andan por allí, directa o indirectamente. Me tienen sin cuidado. Sin embargo lo que me preocupa es la gente que conozco y con quienes creo no tener ningún dilema y aun así son completamente mal educados, incapaces de sonreír, decir ¡Hola!, ser amables. 

Me ha pasado tantas veces esta misma situación, que cansada de sentirme como 'la buenaza', mi voluntad de ser cortés ya no es la misma. Me pregunto nuevamente: ¿Qué pasa? Sé que la vida va a mil por hora, el trabajo, los niños, el súper, el compromiso, bla-bla-bla... ¿Cuánto tiempo,  cuánto tiempo real, con cronómetro, nos toma sonreír?

Conozco tanta gente cuyas vidas podrían catalogarse como perfectas y aun así siempre caminan con cara de mal de panza, de oclusión intestinal, de que algo que huele muy feo se les cruzó en su camino. Y tantas otras que a pesar de las enormes adversidades y necesidades siempre tienen una sonrisa pintada. Qué contradicción, ¿no creen?

Así que hoy yo voto porque sonriamos más, que hagamos el esfuerzo desde el corazón, aunque vayamos de prisa, creamos que somos hijos directos de Dios o tengamos los dientes torcidos. Todos somos terrícolas, todos estamos compuestos de lo mismo y al final de nuestros días terminaremos impresos en una foto. 

Ser amable toma tan poco tiempo y puede hacer una gran, enorme diferencia. Un conocido proverbio dice algo como "una sonrisa cuesta menos que la electricidad y da más luz". Yo seguiré sonriendo al desconocido, al que recién conocí, al guarda, a la cajera del banco y sin duda a quienes conozco de toda una vida, a mis amigos del alma y a mi adorada familia.

Seguiré pasando de rara por ser alegre, tener modales y saludar. Señoras y señores, ¡yo estoy vacunada contra esa horrípida gripe!  Y a los que decidieron ser mal educados, engreídos, arrogantes y un tanto amargados: ¡Aquí les mando una brillante, extensa, vibrante y genuina gran sonrisa!

¡Salud!



Esther Lev Schtirbu
Comunicadora / Fotógrafa
www.losfabulosos30mas.blogspot.com

1 comentario:

  1. No se como llegué pero me gustó lo que escribiste y me sentí identificada. Vaya para tí una gran sonrisa!!!

    ResponderBorrar