Soy transparente. Alguien me dijo alguna vez que solo
con verme los ojos se puede saber lo que estoy pensando. He sido así a lo
largo de mis 41 años, metiéndome algunas veces en problemas por ser un corazón abierto,
por decir cómo me sentía antes de que "lo feo" -como le digo a esas
emociones que nos roban la paz- se ramificaran en algo más profundo, en
ocasiones irreversible.
Hace pocos días me llevé una gran desilusión,
justamente por la falta absoluta de honestidad de una persona hacia mí -y peor
aún- hacia ella misma. Conversábamos sobre una situación que a mí me había
dolido, una charla amena, sincera, entre dos amigas que supuestamente se tenían
la confianza para decirse las cosas y resolver.
En un momento, la conversación toma un giro inesperado
y esta persona me dijo cosas tan, pero tan hirientes, que me quedé fría. Pasmada.
En off. En general soy de reacciones rápidas y me defiendo si es del caso, pero
sus palabras me sacaron "fuera de base". No podía creer lo que estaba
escuchando.
Francamente no fue el contenido de su discurso lo que más
me sorprendió en el momento, pero la falsedad e hipocresía que había mantenido
por tanto tiempo con respecto a nuestra amistad, dejando que situaciones que
sucedieron hace años se convirtieran en "lo feo", ramificándose en
algo tan profundo, que -para mí- ya era irreversible.
¿Por qué nos cuesta tanto ser sinceros? ¿Por qué somos
incapaces de decir si algo no nos gusta, nos molesta, nos confunde o nos
decepciona en su debido momento?
¿Cuántas relaciones podrían salvarse si tuviésemos la
capacidad de hablar de frente, aunque duela o incomode- y conciliar y resolver
antes de que todo se salga de proporción?
¿Cuántas palabras y sentimientos nos guardamos
-permitiendo que con el tiempo se enreden y tergiversen aún más- por nuestra
incapacidad de confrontarnos?
Sin duda hay situaciones que tenemos que dejar pasar y
no darles importancia, pero si algo nos punza el corazón -o el hígado- de forma
constante cada vez que pensamos o nos mencionan a una persona, no hay nada peor
que quedarnos con el entripado indefinidamente.
Esta experiencia me dejado ponchada. Confié en esta
persona por mucho tiempo, fue parte de mi vida por varios años y creí que
nuestra amistad era sincera y transparente. No fue nada agradable darme cuenta
de que era todo lo contrario.
No obstante, en la sumatoria de todos los factores, no
siento pena por mí -o lo que cortar comunicación con esta persona implica-
sino por ella, por ser incapaz de ser honesta consigo misma, por vivir
ocultando lo que realmente sentía desde hacía tanto tiempo.
Para mí no hay nada más valioso que la honestidad. Es
un indicador de los valores por lo que se rige una persona. Demuestra
seguridad, integridad y confiabilidad. Si alguien puede decirme lo que le gusta
o no le molesta de mí, siento que puedo depositar en esta persona mi amor y
confianza porque sabrá abarcar los malentendidos con el único propósito de
construir -y no destruir- una relación duradera.
Así que hoy yo los insto a que seamos honestos; con
nuestra pareja, con nuestra familia, con nuestros compañeros del trabajo y sin
duda con quienes consideramos nuestros amigos.
Que la honestidad de nuestros sentimientos nos
definan, y que quienes nos honran con su amor y su tiempo, sepan que nunca nos
dejaremos llevar por las palabras no dichas o las emociones no externadas.
Esther Lev Schtirbu
Comunicadora / Fotógrafa
FB: Los Fabulosos 30+
IG:
@estherlev76
Tel:
8926-6572 / 2588-1844
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