MANTENER LA LLAMITA ENCENDIDA

Muy perfumada. Piernas depiladas. Me había secado el pelo con esmero, cosa que rara vez sucede. Me puse ese vestido informal sin mangas que tanto le gusta a mi marido y aún no me he había quitado ni los accesorios, ni el maquillaje. Pero para su llegada, pasadas las ocho de la noche, era la antítesis de 'sexy'. Estaba completamente dormida, enroscada entre las cobijas, abrazada a mi oso de peluche, con una almohada sobre la cabeza y el televisor encendido. Mi esposo supo que mi intención era de verdad buena y que lastimosamente había sucumbido muy temprano ante el cansancio, después de un larguísimo día de trabajo, mandados y tareas...

El vestido. Esa era la señal más clara de por dónde iba la cosa. Cuando mi esposo llega a la habitación, me roza suavemente la pantorrilla, me despierto a medias y entre sollozos le digo, 'Yo quiero...No puedo...'  Me besa en la frente y hasta ahí mis recuerdos. Me levanto pasada la media noche a hacer pipí y me doy cuenta que sigo con el vestido puesto y evidentemente no hubo acción. Me lavo los dientes, me pongo la pijama, me meto entre las cobijas. Para entonces mi marido está profundamente dormido y decido finalmente intentar conciliar el sueño, bastante desilusionada...

Pero a pesar de que no lo logramos, sé que entendió mi objetivo, tristemente pospuesto para otra ocasión. A mi esposo le encantan los vestidos y a mí me hace feliz complacerlo poniéndomelos. No es que siempre que los uso encendemos velas aromatizadas y mi vestido termina en el piso, junto a su ropa en desorden, pero es una decisión que tomo con frecuencia al escoger mi atuendo por las mañanas, y que lo mantiene, digamos, en alerta. Me gusta gustarle a mi esposo. Y sólo porque disfruto muchísimo de sus piropos y gestos al encontrarme aún vestida de civil y 'adornada', hago un esfuerzo enorme para no caer ante la tentación de ponerme la pijama y amarrarme el pelo a las cinco de la tarde cuando termina temprano mi día.

Eso de mantener la llamita encendida no es tarea fácil. Con los hijos, el corre-corre y el trabajo, la cosa se complica todavía más. Se requiere una buena dosis de compromiso, disciplina emocional, deseo sexual, sentido del humor y desapego del ego, para que la atracción no se apague. No soy experta en el amor. Fui bastante lenta en mi adolescencia, tuve pocos novios, pero cuando encontré a mi contraparte supe desde un principio que me gustaba muchísimo y que lo quería mantener a mi lado. Y enamorado. La vida en pareja es una función que uno debe asumir con creatividad. Para los creativos, entenderán que con ello no sólo me refiero al sexo, sino a todo aquello que constituye la antesala a la cama (o donde ustedes dispongan).

La creatividad se extiende a la manera cómo nos comunicamos, cómo bromeamos, cómo nos besamos -porque besarse en el matrimonio debe ser obligatorio- cómo nos miramos, cómo nos escuchamos y nos acompañamos en el silencio también, cómo disimuladamente nos tocamos estando en público. La creatividad abarca incluso la manera de discutir, porque un sonado pleito debería terminar en una tremenda reconciliación. Y aunque la verdad es que muchas veces nos dormimos con la tripa torcida, enmendar nuestros errores a la mañana siguiente hace que todo haya valido la pena.

Son esas acciones indirectas como un vestido, una seductora colonia, una sonrisa dulcemente maliciosa, un abrazo apretado, una mirada de deseo, un sutil pellizquito, un mensaje de texto con puntos suspensivos, una visita al baño mientras el otro se está duchando, un secreto indiscreto, lo que hace que la llamita permanezca vigente y siga convirtiéndose en fuego intenso a lo largo de una relación. Y si bien las parejas se constituyen de mucho más que la atracción física, sin duda cuando descuidamos o damos por sentado esa pieza estructural, otras piezas caen irremediablemente.

Con frecuencia escucho de historias de amor truncadas. Parejas que construyeron una vida juntos y de buenas a primeras se convirtieron en perfectos desconocidos. De muchos que se olvidaron del chineo, la pasión, la infinita capacidad de las caricias y las palabras dulces y decidieron construir no un matrimonio, sino una empresa. Y dejaron de ser dupla, amantes, compinches y se convirtieron en socios. Socios para criar los hijos, construir casas, comprar bienes, manejar finanzas. Aquellos que olvidaron que lo que unió sus almas fueron las mariposas en la panza cuando se tomaron de la mano por primera vez, las sensaciones mágicas de ese primer beso, la ilusión enorme de verse desnudos, de conocerse, de amarse, de armar una familia, de seguir siendo pareja más allá de la lista inmensa de compromisos.

No dejemos que la rutina desvanezca nuestras intenciones, que extinga la llamita, que haga mermar y entorpecer el deseo. Démosle a nuestra pareja todas las demostraciones de amor e interés que tengamos posibilidad, hoy mismo, mañana, a lo largo de los años, en las buenas y en las malas también. Que más allá de la edad, de lo meramente estético, de los malentendidos o las responsabilidades, la vida en pareja sea una maravillosa oportunidad de hacernos vibrar, crecer, disfrutar...


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Esther Lev Schtirbu
Comunicadora / Fotógrafa
FB: Los Fabulosos 30+
www.losfabulosos30mas.blogspot.com
losfabulosos30mas@gmail.com

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