UN LUGAR MÁGICO

La primera vez que visité Disney World fue a mis treinta años recién cumplidos. Por tanto tiempo había querido conocer que llegado el momento -y con un bebé de poco más de un año- no pude disfrutarlo como siempre imaginé lo haría.

Hemos vuelto un par de veces con los niños desde entonces, pero la última vez fue hace poco más de cuatro años, cuando aún ambos eran muy pequeños. En este viaje relámpago por la Florida decidimos a último momento aventurarnos y regresar sin mucho planearlo, antes de que los chiquitos se hagan grandes y dejen de sorprenderse con la emoción que aún los caracteriza.

Había olvidado los mares de gente y las filas interminables, y no recuerdo sudar de esta manera tan aparatosa y acongojante ni siquiera haciendo hot yoga... ¿Será una pre-menopausia? Talvez habían pasado diez minutos dentro del parque cuando lo poco de glamour que traía encima se derretía como mantequilla al sol. Estar en forma en este lugar da lo mismo que tener doscientos kilos encima, todos somos víctimas del sistema...

Mis pies aún parecen tamales, estoy pegajosa y olorosa, y me duelen las pantorrillas y la dignidad de tanto caminar. Mi disco duro ya no puede más con tanta y tan variada gama de personas y personajes, souvenirs y comida rápida. Mi marido ha estado a punto de perder su eterna paciencia en varias ocasiones y eso es cosa seria.

Pero cada vez que entramos a una atracción -excepto las montañas rusas o por el estilo a las que me niego ir por pendeja- me emociono tanto de ver la cara de mis hijos que vale la pena toda la odisea para soportar el calor de medio año en este loquísimo rincón del planeta. Me controlo de no moquear frente a ellos.

Este viaje en particular ha sido muy emotivo porque de alguna manera me ha llevado a hacer un recuento de todas las bendiciones que he tenido a lo largo de esta década que pasó tan rápido como el monorriel que tengo al frente. Poder traer a mis hijos a disfrutar de esta experiencia será un recuerdo que ellos a su vez atesorarán al crecer.

Disney es sin duda mágico. Aquí los padres ponemos a prueba todos nuestros trucos de supervivencia casi extrema y sonreímos así sintamos la cabeza nos va a explotar del calor, nos miramos con cara de absoluta resignación y seguimos caminando. Aquí mandan los niños y nosotros obedecemos, con silenciosa complicidad y enorme satisfacción. 

Si todavía tienen hijos chiquitos tráiganlos antes de que sientan pena por el pobre tipo dentro del disfraz de Mickey Mouse o la chica que debe hacer de Rapunzel.

Nunca se arrepentirán.
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Esther Lev Schtirbu
Comunicadora / Fotógrafa
FB: Los Fabulosos 30+
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