SÍ. YO SÍ.

Por años lo evité creyendo que era muy fuerte, que podía afrontar las situaciones solita. Un pasado familiar doloroso, la muerte de mis padres, las rupturas, las desilusiones y los desaciertos. Por años batallé con una cabeza que no descansaba nunca y con ataques de pánico y ansiedad que me inmovilizaban, que no me dejaban pensar con claridad.

Estar permanentemente agotada y desmotivada era lo común en mí. Las malas noches se convirtieron en lo habitual. Los pensamientos atropellados, y muchas veces incongruentes, se presentaban todo el tiempo. Rumiaba una y otra y otra vez lo mismo, compulsivamente, haciendo conjeturas, analizando cada detalle, dejándome llevar por mis emociones, estancada en mis ideas y mis "ideales" que tanta paz me robaban.

Pasaron demasiados años sin permitirme admitir que no estaba bien. De hecho había momentos en que estaba muy, muy mal, aunque muy pocos se enteraban. Pero no podía reconocer que necesitaba ayuda. Me negaba a hacerlo.

¿Cómo era capaz de sentirme tan abatida y ponchada teniendo tantas bendiciones a mi alrededor? Había perdido la capacidad de reírme. Extrañaba el sonido de mi risa y el poder sorprenderme con las ocurrencias de mis hijos. Ya no recordaba mi característico sentido del humor. Tenía un gesto apagado y triste pintado en el rostro todo el tiempo.

Reconocer que uno necesita ayuda cuesta un mundo. Quitarse de encima viejos estigmas es aún más difícil. Entender que a pesar de hacer terapia, llevar una vida sana y hacer mucho ejercicio, químicamente uno no funciona como desearía, y que los cambios hormonales y la herencia genética nos pasan la cuenta, es un golpe bajo a la auto estima y al raciocinio. Yo no quería ceder y reconocer que necesitaba medicarme porque tenía miedo -y hasta vergüenza- de asumir que estaba deprimida. 

"Esther tenés que ser fuerte. Vos sos fuerte, siempre lo has sido".

"Esther tenés que ver todas tus bendiciones y ser agradecida".

"Esther tenés que mantener la sonrisa y no perder el buen sentido del humor". 

Yo la invencible, la que siempre está metida en mil proyectos, la que hace reír a los demás... Debía tener la capacidad de sostener la frente en alto y decir "aquí no pasa nada", salir bien librada de todo lo que me apretujaba el corazón. Y así había dejado que pasaran semanas, meses, años. Muchos años. Demasiados. Levantándome todas las mañanas con una pesadez que me invitaba a quedarme en la cama, permanentemente cansada, con la paciencia y la creatividad cada vez más escasas.

Finalmente entendí que los episodios tristes de mi pasado me estaban empezando a pasar una factura muy alta por no querer admitir que no podía afrontarlos sin ayuda. Ya no podía más. Ya no quería seguir intentándolo. Ya no tenía que demostrarle a nadie que era "indestructible" y que podía esquivar los golpes bajos sin verme afectada.

Hace casi un mes empecé a tomar anti-depresivos. Decidí que era el momento de buscar ayuda porque sentía que me estaba hundiendo lentamente y que ya no podría sostenerme por mucho tiempo más antes de colapsar. Ya había colapsado hacía nueve años con una depresión post-parto que por poco me dejan internada, y tocar fondo fue terrible. 

En estos días me he sentido tan bien que ahora lo que tengo es una enorme culpa de no haberlos tomado antes y de no haber disfrutado plenamente -y por tanto tiempo- de la belleza de la cotidianidad con mi marido, mis hijos, mi familia, mis amigos...

Muchas veces queremos creer que estamos bien aunque en el fondo de nuestro corazón algo nos indica lo contrario. Pretendemos funcionar al 100%, pero nuestro organismo no produce las hormonas y sustancias químicas necesarias para poder vivir a plenitud. Por demasiado tiempo evité tomar medicamentos porque admitir que los necesitaba me hacía vulnerable, tenía miedo de ser juzgada.

En este proceso me he dado cuenta que he logrado desconectarme de los pensamientos repetitivos que por tantos años me lastimaron. Finalmente he podido cerrar heridas que no parecían cicatrizar por más que lo intentaba. ¡Me siento tan liviana mentalmente que me asusta! Como si me hubiera desecho de una pesada maleta que llevaba a cuestas desde hace mucho tiempo. Por primera vez estoy "desconectada", ¡y se siente tan, pero tan bien!

Me he desprendido de la ansiedad y de las emociones que me estancaban, que no me dejaban avanzar hacia donde yo quería. Porque las emociones mal dirigidas nos llevan a lugares que no queremos conocer. Ahora mis sentimientos e ideas ya no me abruman; así como vienen, así se van. Pienso en algún asunto, pero rápidamente se difumina y no me genera tristeza o angustia. Por primera vez en mi vida no me quedo enganchada y la sensación es maravillosa.

Tengo tantas noches de dormir bien y levantarme descansada y animada que no me reconozco por las mañanas. Me gusto por las mañanas cuando me miro al espejo, ¡y eso es mucho decir! He recobrado mi buen sentido del humor, me escucho reír y reírme con mis hijos, me sorprendo con el sonido de mis carcajadas y cuán bien me siento, y nuevamente voy ilusionándome con mis proyectos laborales y personales.

Sí. Yo sí. 

Yo tomo anti-depresivos y me hacen una mejor persona, más sana, más práctica y eficiente. Más desapegada de lo que irremediablemente no puedo, ni quiero, ni me corresponde seguir intentando resolver, porque al fin y al cabo no determina mi felicidad, ni la de mi marido, ni la de mis hijos. Mi núcleo, a quienes les debo mi estabilidad y por quienes me he dispuesto a estar bien. Finalmente he podido dejar ir y he re escrito mis verdaderas prioridades. ¡Cuántos beneficios tienen 50 mg de Sertalina! 

Por estas y muchas más razones me tomo mi medicina feliz todas las mañanas, así como el hipertenso, el diabético o el cardíaco que toman lo suyo para funcionar sin problemas. 
Ahora pienso más claramente, veo las cosas desde otro ángulo y entiendo también otras perspectivas. Puedo dormir y descansar mi cabeza. Siento que me he librado de viejos fantasmas y que mis hormonas y mis sentimientos ya no me controlan. Tengo muchas más ganas de estar con mis hijos, disfrutar con mi marido, trabajar, hacer deporte, salir, disfrutar, ver gente y pasarla bien.

No teman reconocer que necesitan ayuda. No duden en escuchar esa vocecilla interna que les dice que algo no anda bien. No sientan vergüenza de hacer una consulta a tiempo, antes que el barco se hunda por completo. Los medicamentos se hicieron para ayudarnos, ese es su propósito y tomarlos no nos hace "débiles", "locos" o "dependientes". Tomarlos puede hacer la gran diferencia. 

Compartir nuestras experiencias puede ayudar a otros que no quieren o temen hablar sobre la depresión, la ansiedad o los ataques de pánico. Admitir que tomamos medicamentos no debería ser un tabú, una limitante o convertirse en un prejuicio en nuestra contra. Sin embargo no hacerlo oportunamente puede mermar en nuestra felicidad, nuestras habilidades y las oportunidades únicas que nos regala la vida todos los días.

Sí. Yo sí.

Yo tomo anti-depresivos y estoy muy orgullosa de poder compartirlo con ustedes.

❤️Esther

#losfabulosos30mas #siemprefabulosas #desdeadentro #funcioncreativa #vivencial #mujeresreales #realwomen #modaytendencias #lifeblogger #fotografiaintegral #seguiraprendiendo #reconectandomeconmicuerpo
#reconectandomeconmisemociones #mujeryactualidad #cambiemoselapp

FB: Los Fabulosos 30
e-mail: losfabulosos30mas@gmail.com

No hay comentarios.:

Publicar un comentario