ESE ESPACIO VACÍO


Desde hace días no escribo. He estado tan ocupada que parece que mi musa se aburrió de esperarme y se fue anticipadamente de vacaciones... He enfocado toda mi energía para no perder el buen humor ante tantas responsabilidades y corre-corre, pero siento desde hace meses un espacio vacío, justo ahí, en el centro del pecho.

Diciembre me pone melancólica.

Llegan los ventoleros y recuerdo que el día que murió mami -un 06 de diciembre hace casi dos años- la tarde estaba soleadísima y hacía mucho viento. Fue un viernes. Cumplo en pocos días y desde que mami falleció mi cumpleaños no tiene el mismo significado. Me cuesta celebrar, me siento extraña haciéndolo. Quiero festejar la vida en su honor, pero los recuerdos de sus últimos días aún están muy frescos. Es una dualidad de sentimientos muy difícil de digerir para una sagitariana...

He llegado a la conclusión que tengo un luto tardío. Este año recién empecé a entender que tantas de las cosas que critiqué de mi mamá hoy moldean muchas facetas de mi personalidad y tal cómo ella lo hacía, me lleno de proyectos y asumo algunas veces más de lo que puedo manejar. Este año dejé que se fueran los viejos fantasmas de la relación entre mami y yo y empecé a recordar con amor. Pero recordar, perdonar y dejar que el amor prevalezca también puede ser doloroso…

Diciembre me pone pensativa.

Fue un año lleno de trabajo, de nuevas propuestas y preciosos emprendimientos, pero no me rindió el tiempo. Se me hizo corto, me faltaron tardes libres, vi poco a mis amigas, fui poco a la playa, no hubo tantas tardes de café como había planeado, no se dieron los encuentros familiares tal y como lo esperaba.

Este año he puesto mi mejor cara al público, pero he estado en ocasiones profundamente triste. He sentido mucho la falta de mis padres y desearía poder conversar aunque sea un ratito con ellos, contarles brevemente cómo va mi vida, que todo camina en orden, que su legado de amor y esfuerzo se manifiesta y refleja todos los días en cada cosa que hago.

A pesar de haber pasado ya tanto tiempo, éste como ningún otro año he extrañado mucho a mi papá. Hubiera querido tantísimo compartir con él mis éxitos, que se sintiera orgulloso de mí, contarle sobre esta locura de la redes sociales, mostrarle mis nuevas sesiones de fotos, que conociera a mi hija y se enamorara de su sonrisa y su alegría, llevarlo a las competencias de natación de mi hijo, él que tanto, tanto amaba nadar.

No me había percatado de eso hasta hace unos meses atrás cuando mi sobrina mayor me dijo que pensaba mucho en cómo habría disfrutado papi de ver a nuestros hijos -nieto y bisnieto- competir en natación. ¿Cómo no lo había pensado antes? ¿Cómo no se me había ocurrido?

Desde entonces sueño que papi está sentado con su guayabera blanca, su pantalón gris y sus zapatos negros impecables, simplemente maravillado viendo a los chiquitos nadar. Sueño sentarme a su lado con alguno de todos los aparatejos "inteligentes" y ver su cara de asombro con la inmediatez de la información. Papi amaba la tecnología.

Su último regalo de cumpleaños fue mi primera cámara digital. Creyó en mí a pesar de que nunca estudié fotografía y gracias a ese regalo hoy estoy aquí contando la historia. Como quisiera poder explicarle lo que estoy haciendo, lo apasionada que soy con mi trabajo, las enormes gratificaciones que me ha traído. Como quisiera...

Diciembre me pone pesumbrosa.

Es el cierre de un capítulo que trajo mucha gente y experiencias lindas a mi vida, pero que me recuerda que parece que acercándose a los cuarenta los años duran menos... ¡El 2015 tuvo seis meses y nos engañaron con las agendas y calendarios! Esto de hacerse "grande" es tal y como dicen los adultos mayores: en un abrir y cerrar de ojos la vida se nos pasa volando...

A veces me pregunto si será esa la razón imperiosa de querer hacer un millón de cosas a la vez. El no poder estarme quieta, el que mis pensamientos me atropellen constantemente, la ansiedad que tantas veces me domina. El que me falte tiempo para todo lo que quiero, el temor a que mis hijos ya no me dejen que los apretuje y apapuche y entonces darme cuenta que crecieron.

Perdónenme tanta quejadera. Diciembre me pone sentimental.

Y no es que no esté consciente de tantísimas bendiciones que llenan mi vida, el festejar el amor de mi marido, de mis hijos, la familia, los amigos queridos, la salud y el trabajo; es que parece que el tiempo corre demasiado rápido como para disfrutar todo tan intensamente como quisiera. Es que no parece haber forma de exprimir todo lo que se va presentando y a veces me da la sensación que la vida misma se me escapa de las manos...

Así que ante doce meses tan veloces y pasajeros, ante los apuros, las carreras y los recuerdos, este cumpleaños voy a quedarme quietecita, muy quietecita. Estaré en la playa, tomándome una Imperial michelada, panza arriba bajo la sombra de una palmera, viendo a mis hijos y a mi esposo jugar en el mar y disfrutando despacito de la vida.

Voy a dejarme que me festejen y me feliciten y si me dan ganillas de llorar me voy a dar permiso que se me escape una o unas cuantas lágrimas, permitirme un rato de estar nostálgica, pensativa y sentimental. Voy a descompresionar emocionalmente.

Estaré en neutro.

Espero que para el próximo año mi musa vuelva fresca lechuga de sus vacaciones, los días vengan de a 48 horas y el año no corra tanto, que dejemos de escuchar de tragedias, guerra y tanta locura y la vida nos traiga a todos un chorro de bendiciones, amor, salud, bienestar y hermosos recuerdos para atesorar.

Amén.

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Esther Lev Schtirbu
Comunicadora / Fotógrafa
FB: Los Fabulosos 30+
www.losfabulosos30mas.blogspot.com
losfabulosos30mas@gmail.com

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