LAS VUELTAS DE LA VIDA

Hoy, como casi todas las semanas fui a visitar a mi tía Lydia a Curridabat. Esas visitas se han convertido en parte de mis “cosas favoritas” y las disfruto muchísimo.

No solo conversar con mi adorada tía me hace muy feliz, sino que atravesar San José -aunque ustedes no lo crean- realmente me encanta, probablemente porque mi vida sucede en el oeste y lo hago tan poco que me resulta como un paseo.

Hoy había estado escuchando “The Moth” un podcast de historias -todas muy diversas- contadas por gente de muchos lugares, bajo el formato de ‘storytelling’, que tanto me gusta.

Las escuché buena parte de la mañana mientras caminaba con mi perrita por Escazú, y muchas me conmovieron porque en la mayoría de los casos apelaban a eso tan especial que nos une como seres humanos: la empatía y el amor.

Cuando llegué a la casa de mi tía, aún no se había ido Grace, la señora que trabaja con ella desde hace 38 años. Dos años antes de empezar a ayudarle a mi tía, Grace trabajó en casa de mami. Llegó cuando yo era una bebé muy bebota...

Siempre que la veo siento una gran alegría. Es talvez la persona que más recuerdos tiene de mi primera infancia, y cuando me cuenta alguna anécdota, me da una enorme ternura.

Hoy apenas me vio entrar me preguntó si le podía cortar el pelo. Hace muchos años -aún siendo soltera- estuve en Barcelona estudiando peluquería y estilismo. Aún saco mis afiladas tijeras y peines de vez en cuando y mi tía es de mis más fieles clientes.

Estaba tan contenta de poder cortarle el pelo a Grace y me parecía tan maravilloso poder devolverle con esa sencilla acción un poco de todas las atenciones y amor que me dio siendo yo una bebé.

Mientras la peinaba e iba dándole forma al corte, Grace me preguntó que hacía. ¿Cómo resumirle los últimos veinte y tantos años en media hora? A velocidad Speedy González le conté que había estudiado, lo que realmente me gustaba hacer y por dónde me había llevado la vida.

Nos mirábamos en el espejo del baño y me resultaba tan gratificante -y loquísimo- estar allí, conversando de mujer a mujer, con quien me sostuvo tantas veces en sus brazos al chinearme...

La vida da tantas vueltas.

Nos lleva por caminos que nunca imaginamos atravesar, nos desvía, nos obliga a tropezar, retroceder, volver a levantarnos, nos hace reencontramos con gente que ha tocado nuestras vidas, marcándola para siempre.

Los primeros años de la vida de un niño son definitorios. No lo entendemos hasta que tenemos nuestros propios hijos. Grace me dio todo su amor, y yo hoy tuve la suerte inmensa de devolverle un poquito.

¡Gracias Grace, por todo!

Esther

*Sé que parezco un maecillo. ¡Pero soy yo con Grace! Mi mamá me usó el pelito corto como hasta los tres años de edad y con esa panta roja... No hay nada más que agregar.🤣🤣🤣

Esther Lev Schtirbu
Comunicadora&Bloguera
Fotógrafa&Maquillista


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