ESO DE CUMPLIR AÑOS

Estoy a pocas semanas de cumplir años. Treinta y ocho y de verdad no me lo creo. Al llegar a mis veinte me parecía que los cuarenta estaban en una dimensión desconocida y sigo sin digerir en que momento pasó todo tan rápido, casi en un abrir y cerrar de ojos. Ahora entiendo la frase 'la vida se pasa volando', que tanto repetían entonces los adultos y que me llamaba poderosamente la atención cuando era niña. Hace un par de meses, en el cumpleaños de mi hermana, la llamé tempranito y lo primero que me dijo fue:

- "Vieras que extraño... Ayer tenía veinte años y hoy amanecí de cuarenta y cinco".

A mí me dio un mal de risa porque era justo lo que venía pensando desde hacía tiempo.

Cuando me da por divagar sobre esto de acumular calendarios y agendas, no es porque no esté eternamente agradecida con la vida. Me siento bendecida por haber encontrado a mi media naranja, haber concebido dos personitas que me llenan de felicidad y orgullo, por formar parte de una preciosa familia, tener salud y trabajo, hacer lo que me gusta y vivir en este maravilloso país.

No es que no esté clarísima que sin duda sólo con los años se acumulan dulces experiencias, gratos recuerdos e interesantísimas lecciones. Pero cumplir años siempre me ha producido una dualidad en mi sentir y en mis pensamientos.

Este año en especial me recuerda que mi mamá falleció al día siguiente de mi cumpleaños. Han sido casi doce meses ir cerrando heridas, perdonando errores, llorando muchas, muchas noches cuando me aparece de manera tan real en sueños...Ha sido un momento trascendental para redefinir prioridades, poner punto final a varios capítulos, abrir mi corazón a nuevas amistades y experiencias, tomarme en serio esto de escribir, replantear mi trabajo como fotógrafa y comunicadora y darle forma a mi proyecto personal.

Ha sido un año fuerte, intenso, retador, pero al mismo tiempo muy, muy gratificante.

Y también ha sido una oportunidad de congraciarme con lo que muestra el espejo todos los días y que ya me pasa la generosa cuenta. A duras penas he empezado a aceptar que algunas cosas ya no volverán a su lugar habitual; los pliegues de mi delgado cuellito han llegado para quedarse, mis cejas no pretenden regresar donde estaban antes, la piel de mi cara y mi cuerpo se ha convertido en una galería de finas arruguitas, manchas y pecas de sol. Debo usar anteojos permanentemente y este año he estrenado unas cuantas canas que me dan personalidad. He hecho las paces con mi panza y mi ombligo, y ya admití que cortarme el pelo fue un grave, grave error, no me hace ver más joven, ni tampoco solucionará en absoluto que se me siga cayendo por montones...

Acariciando los maravillosos cuarenta, he comprobado que ahora disfruto más y mejor de mi esposo. Las prioridades y responsabilidades han cambiado, el amor es más espontáneo y la intimidad es una poderosísima forma de sanación y bienestar. Los niños se nos están haciendo grandes muy rápido, pero siempre seguirán siendo nuestros bebés y esperamos estar construyendo el camino correcto para que quieran que los sigamos apapuchando en nuestros brazos, incluso cuando ellos lleguen a sus cuarenta.

Este año entendí que hay situaciones que se salen por completo de mi control, que no entiendo su naturaleza y está bien. Que no puedo, ni debo tratar de solucionar todos los conflictos y que reírme fuerte y sin pena, incluso cuando quiero llorar, tiene un efecto amortiguador que desconocía. A mis casi treinta y ocho me he ganado el derecho y la libertad de no dar explicaciones, ni inventar excusas, de escoger cuándo, dónde, cómo y con quién.

He comprobado que al fin y al cabo, al poner las cosas en perspectiva, todo es relativo.

He aprendido a querer con convicción y sin temor a quienes me han demostrado su incondicionalidad, a quienes entienden mi particular sentido del humor, mi excesiva sensibilidad, mi necesidad casi primaria de comunicar mis ideas y expresar mis emociones, a quienes me tendieron la mano cuando menos lo esperaba y más lo necesité. Porque estoy consciente ahora que dos y hasta tres décadas se pasan volando, que tenemos tantas ganas y tan poco tiempo para ver a nuestros amigos y familiares, que debemos demostrar y externarles nuestro amor y gratitud con la fuerza del corazón cada vez que se nos presenta la posibilidad.

Así que a como dé lugar este cumpleaños, aparte de proponerme nuevos proyectos y pedir por miles de bendiciones y alegrías, haré una de las cosas que más me gustan, más me llenan de energía y que no he hecho en muchos meses: me voy a ir a bailar a algún lugar hasta que me duela la espalda y me tiemblen las rodillas, hasta quedar empapada en sudor y tener las mejillas como tomates.

Voy a bailar con todos los que quieran acompañarme, en honor a mi mamá y a mi papá que tanto lo disfrutaban, voy a bailar todos los ritmos hasta la madrugada, al son de unas buenas cervezas y tal vez hasta un tequila, como recordatorio de quienes no pueden hacerlo por enfermedad, tristeza o desconsuelo, con absoluta convicción que esta vida es breve, mágica e impredecible y que vale la pena cumplir años bailando.

Para todos aquellos que están por celebrarlo;

¡FELIZ CUMPLEAÑOS!

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Esther Lev Schtirbu
Comunicadora / Fotógrafa
FB: Los Fabulosos 30+
www.losfabulosos30mas.blogspot.com
losfabulosos30mas@gmail.com

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