SOBRE MODALES, CORTESÍA Y EDUCACIÓN

Esta es la situación: estoy por entrar a mi cita con el odontólogo y me topo con una persona que bien sabe quién soy. Nos han presentado previamente, la he saludado con anterioridad en otro contexto y hemos coincidido en repetidas ocasiones en ese mismo consultorio, pero insiste en hacerse la soviética...

Baja la mirada, toma su teléfono para ‘responder’ un mensaje, se inspecciona minuciosamente las uñas y evita a toda costa toparse con mi linda carita. En otros artículos he descrito incómodos escenarios similares. Me ha pasado muchas veces y continúa repitiéndose. Y como en otras oportunidades, al principio ingenuamente suelo pensar que la persona no me ha visto por despiste o miopía, a la segunda que es descortés y a la tercera que se puede ir a la reverenda mierda.

Estos personajes tienen amplia experiencia circense en contorsiones de cuello, son diestros en evadir la mirada y buscar arañas en el cielo raso y pueden ser bastante elocuentes a la hora de entablar una conversación con su teléfono sin interlocutor... En varias ocasiones mis hijos han presenciado este tipo de situaciones, preguntándome algo confundidos; '¿Mami porqué la mamá de fulanito no te saludó?' Yo trato de evitarles la dura realidad de las cosas y les respondo que de seguro no me vio…

Me llama poderosamente la atención que luego de provocar en mí desconcierto y malestar, este tipo tan peculiar de personas osen pedirme 'amistad' vía Facebook... Por lo menos, y en lo que  mi concierne, dentro de mi lista de 'conocidos' -porque amigos son pocos y es una palabra de mucho peso- suelo aceptar a gente que de topármela en vivo y a todo color, tienen como mínimo la consideración de alzar la mirada, esbozar una sonrisa y saludarme. Con el tiempo –y la experiencia- me he visto en la incómoda tarea de ir sacando a varios individuos de mi selecta lista de contactos. Es algo que no me gusta hacer, pero menos aún me gusta me tomen por idiota una y otra vez.

Porque saludar y sonreír para esta clase de personas representa un esfuerzo sobrehumano. Su actitud altanera y petulante es digna de envidiar incluso por la realeza europea más encopetada, y hacer uso de los buenos modales y las reglas básicas de relaciones públicas es casi como pedirles que participen de un suicidio colectivo.

Este nuevo, enredado e impersonal universo de las redes sociales es sin duda un portal para esclarecer muchas dudas sobre la gente, su educación y los valores por los que guían. En otras circunstancias -y sin Facebook de por medio- esas personas nunca se enterarían de nuestra vida. Pero el mundo de hoy nos mantiene irremediablemente conectados y hacerse 'el loco' al toparse con una persona que has estado viendo virtualmente por mucho, muchísimo tiempo, a mí me parece de muy mala educación.

Solas o acompañadas este tipo de personas a mi me dejan sinceramente atónita y confundida. He conocido a algunos especímenes que suelen desvariar, casi como si tuvieran un problema severo de doble personalidad o una bipolaridad crónica no diagnosticada. Un día te evaden con absoluto convencimiento y ceja levantada y un par de semanas después te saludan de beso como si fueran tus compinches desde el kínder. Pero más extrañada me deja cuando esta actitud se repite, multiplica y extiende entre un grupo de amigos, como si ser prepotente y descortés fuera lo socialmente correcto.

Todas estas conductas me han forzado a convertirme en algo que no me gusta. No soy un melocotón en almíbar, y sin duda tengo un grupo interesantísimo de gente que no son precisamente mis 'fans', ni yo de ellos. Pero ya no estamos en edad de enrollarnos en conflictos que no nos atañen. Y sin embargo me sigo viendo envuelta en situaciones en donde la amiga, de la amiga, de la amiga que ya no es más mi amiga me quita el saludo...

He tenido que aprender a evadir miradas, cuando mi naturaleza es ver de frente y ser altamente expresiva. He dejado de sonreír, cuando mostrar mi dentadura -que he cuidado con esmero- es algo instintivo y natural, y ahora soy máster en hacer desaparecer de la imagen a la gente que una y otra vez me han ignorado cuando intenté ser amable. He dejado de ser espontánea. Puedo ser fea, muy fea persona, y repito, no me gusta.

Pero ante toda esta epidemia de falta de modales y educación, lo que más me decepciona es ver reflejado este tipo de comportamiento en niñas y niños. Personitas que lamentablemente han aprendido lo peor de sus padres y que manejan niveles de malacrianza, prepotencia y crueldad hacia otros chiquitines al mejor estilo película de villanos, y que a mí me dejan honestamente de peluca parada.

Futuros adolescentes incapaces de verte a la cara y decir '¡Hola!', avalados por sus padres quienes los excusan y sobre protegen porque 'son sólo niños' o porque son 'tímidos'. Otros que se ríen en la cara de los adultos si éstos les llaman la atención, que se comportan como animalitos de granja en la mesa a la hora de comer, que nunca escucharán salir de sus bocas un 'Por favor' o 'Muchas gracias'.

Manifestaciones que reflejan un vacío enorme de valores en quienes definirán el curso de nuestra sociedad y nuestra historia.

Me he visto envuelta en incómodas situaciones que involucran a las madres y padres de estos niños y en donde -al intentar salvar lo insalvable- concluyo que no me corresponde educar a los ajenos. Ni a los niños, ni a sus progenitores. Pero me queda un sinsabor en la boca, una decepción muy profunda porque yo quiero que mis hijos sigan siendo atentos, amorosos y expresivos al saludar y relacionarse con los adultos y con sus amiguitos, y no crezcan pensando que la descortesía y la altanería son la norma.

La falta de modales y educación no deja de asombrarme negativamente, considerando que en la gran mayoría de los casos los adultos -quienes se han auto proclamado como aptos en la tarea de educar con el ejemplo a esos niños- tienen títulos universitarios  que los acreditan como profesionales en diversas áreas. ¿Cómo puede alguien ostentar un título, hacer carrera e ir por la vida sin siquiera saber reglas básicas de convivencia, sin poder transmitirlas exitosamente a sus hijos?

Si alguno de ustedes, queridos cibernautas que me leen, tiene la respuesta y la fórmula mágica para reaccionar ante tanta estupidez, les agradezco la compartan. Por favor. Cuanto antes. Yo por mi parte seguiré saludándoles con una amplia sonrisa de dientes pelados, un sonoro '¡Hola!' y hasta un beso de mejilla.

Muchas gracias y hasta pronto.

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Esther Lev Schtirbu
Comunicadora / Fotógrafa
FB: Los Fabulosos 30+
www.losfabulosos30mas.blogspot.com
losfabulosos30mas@gmail.com

1 comentario:

  1. Hola Esther,
    Coincido totalmente con su forma de pensar. Realmente sorprende ver el montón de personas descorteses, mal educad@s o acomplejadas (no sé cómo llamarles en realidad) que ignoran con gran facilidad un simple "hola" o "buenos días". Y es que se ve todos los días en el trabajo, el gimnasio, en una tienda, en el barrio, en la universidad... donde sea.
    Sin embargo, mi mamá siempre me decía: "Ud no se preocupe si le responden o no el saludo, ud salude. Mal por aquella persona y sus ideas", y creo que tiene mucha razón, al final es educación lo que usted está mostrando, a nadie le está haciendo daño. Por otro lado, si a uno no le nace saludar pues entonces no se saluda y ya está. Mientras a uno le nazca ser amable, porque no serlo? Pobre amargad@ el que no sabe lidiar con un simple saludo. Su post es solo un pequeño ejemplo de lo mal que está nuestra sociedad y el mundo en general, nos hemos convertido en ser deshumanizados.

    Saludos,
    Gloriana

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