¿DE QUÉ ESTAMOS HECHOS?

Estos días han estado marcados por varios cuestionamientos existencialistas. Entre ellos, mi hija me ha preguntado varias veces, tras la muerte de mi mamá, de qué estamos hechos. Es complicado explicar a una pequeñita de seis años mi percepción, algo enredada, de qué está debajo de la piel. Tejidos, órganos, huesos, articulaciones, terminaciones nerviosas. Un compendio creado a la perfección, madre natura, un ser divino, según la versión de cada quien, su credo o línea espiritual. Pero esa trama científico-religiosa no es lo que tiene intrigada mi hija. Ha empezado a encontrarse con su propia energía, el poder de sus sentimientos, la dificultad para explicar en palabras lo que experimenta cuando está muy triste o extremadamente feliz, allí mismo, en el centro de su pechito.

El alma.

Tanto se ha dicho del alma. Que si está, que no existe, que se va con nosotros cuando nos despedimos de lo terrenal, que perdura en lo infinito y sigue acompañando a los que se quedan, guardiana, protectora... Sin duda somos alma, energía, pasión, luz. Y trato de explicarle a mi hija en palabras dulces mi teoría. ¿De qué se compone nuestra 'materia prima'? Personalmente tengo bastante control de mi cuerpo y no tanto así de mi mente. Pero si algo sé leer de mi forma de funcionar es cuando siento, literalmente 'apretado el pecho'. Una angustia o una felicidad extremas, que me llevan incluso a desvariar amigablemente un poco. Cuando el alma me habla soy un lío de emociones; regocijo y efusividad absolutas, tristeza y desazón sin parámetros.

Esa sensación que me hace meter las patas con frecuencia y me ha dado duros golpes en la vida, porque tristemente cuando quiero interpretar a mi alma e intento poner en mi boca o en papel mis sentimientos a veces 'salgo por dentro'. No todos quieren tomarse la molestia de interpretar la 'materia prima' de otros hablando desde lo más íntimo y tantos más no saben o no permiten que su alma permee y refleje, tendenciosa, sus debilidades.

Nunca había experimentado algo igual, ni siquiera con la tan temida recuperación de la primer cesárea. Una punzada constante en la boca del estómago, un dolor crónico. Lo que yo pensaba era algo pasajero se convirtió en una mala jugada que me tuvo una semana en la cama del hospital. Lo único que quería era 'despegarme' momentáneamente de mi cuerpo, irme a pasear en alma y espíritu a la playa y regresar cuando hubiesen encontrado la causa y un buen analgésico que me sacara de mi pena.

El cuerpo es un misterio. Una estructura tan precisa, tan perfecta, que cuando se jode de verdad, todo parece desencadenarse en nuestra contra. Después de este episodio me he dado cuenta que el dolor puede dominarnos y paralizarnos. En esos días poco pude leer o escribir y no recuerdo nada de lo que veía en la televisión. Recordé mucho a mi mamá en sus últimos días, cuándo le preguntábamos cómo se sentía y respondía que ya no podía pensar en nada...El alma dejando el cuerpo, quitándose de a poquitos este disfraz, que a veces nos absuelve y otras nos condena.

Porque esa energía que atraviesa los poros y se cuela sin darnos cuenta entre la gente, esa luz que algunos irradian y otros absorben, no perdona edad, condición social, ubicación geográfica o estado de salud. Tanto al atleta de alto rendimiento como al cuadrapléjico en silla de ruedas, tanto al recién nacido, como al que yace en su lecho de muerte, el alma en complicidad con el cuerpo, se aferra a este disfraz, a veces con privilegios, otras sorteando la total adversidad y le da forma, intención, coraje, sentido.


Y cuando entonces el dolor es insoportable, el miedo es incontrolable, la tristeza se apodera de cada centímetro cúbico de nuestro ser,  la incertidumbre nos cega o la felicidad y la alegría parece no tener comparación, es sólo y únicamente el alma hablando a sus anchas, haciendo uso de toda su fuerza y poder, dejándonos casi desnudos e indefensos ante nuestras propias emociones, obligándonos a experimentar incluso aquello de lo comúnmente huimos...

Entonces, pequeña hija, estamos hechos de cuerpo, mente y alma. Y el alma es eso que no podemos tocar, pero que nos hace vibrar, que esculpirá tu destino si aprendés a darle sentido a tus intenciones, que perdurará incluso cuando te hayas ido físicamente, que enaltecerá tu nombre y te permitirá seguir brillando infinitamente en el Universo, como una pequeña luciérnaga...

Dedicado a todos aquellos quienes dejaron, dejan y dejarán siempre ver su alma.

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Esther Lev Schtirbu
Comunicadora / Fotógrafa
FB: Los Fabulosos 30+
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