Había
escuchado la historia varias veces, incrédula. Me negaba a digerirlo
por vergüenza ajena y sincera decepción. Pero los relatos venían de una y
otra fuente, de diversos círculos y contextos sociales y sentí la
necesidad de poner mi percepción sobre el caso por escrito, como lo he
hecho hasta la fecha en todos mis artículos. Las famosas 'despedidas de
solteros' -esas fiestas en donde las cosas suelen salirse de control- me
dejan con la boca abierta y la tripa revuelta. Me parecen detestables,
inaceptables e incluso imperdonables.
En
elegantes residencias alquiladas con numerosas habitaciones, se llevan a
cabo regularmente este tipo de 'celebraciones'. Para amenizar las
noches de chicos, los organizadores contratan un grupo interesantísimo
de mujeres de "la vida fácil" -sin lugar a dudas la más miserable y
degradante de todas las vidas- por supuesto música de fondo, alcohol y
comida como para intoxicar una ballena.
Las
cosas claras. Un espectáculo en un lugar para tal efecto, con butacas o
mesas, en un escenario que separa a los espectadores de las bailarinas
-que dicho sea de paso no son necesariamente prostitutas- eso a
regañadientes lo tolero. Un espectáculo público sí, sin manoseos, ni
intercambios de ningún tipo. No una fiesta privada en una casa, de
ninguna manera. Discúlpenme por mi elegante francés, pero este tipo de
actividades no son más que 'porno-piñatas-bailables', organizadas en su
mayoría por hombres ca-sa-dos con familia, que dan por un hecho que los
participantes pueden disfrutar abiertamente de todos los servicios que
ofrezcan las "invitadas de honor".
Ahora mi mente, que es veloz, no puede dejar de imaginar todas las barbaridades que harían muchos de estos 'caballeros' durante la velada. Lo socialmente aceptado por estos hombres -y para tal efecto sus parejas- a mí me da sincero asco y mucha rabia. Entonces me pregunto; ¿un tipo comprometido y/o casado, incluso con hijos, puede darse el lujo de 'caer en tentación', una vez cada tanto, cuando se celebra una fiesta por el estilo? ¿Es justificable su falta en otros escenarios como cuando sale de viaje o gira de trabajo, o cuándo sencillamente se encuentra aburrido, para al día siguiente seguir su vida como si nada hubiera pasado?
No
lo entiendo. O las esposas y futura novia no se enteran, o se hacen las
que 'aquí no pasa nada'. O será que yo me salté el párrafo con la
explicación sobre los estatutos de la fidelidad y las reglas
inquebrantables del matrimonio? Lo que trato de organizar en mi cabecita
es ¿qué carajo pasa con esas esposas? ¿Han aceptado estos 'deslices'
como parte de su acuerdo matrimonial? ¿Se hacen la vista gorda para
mantener su status quo?
Es la deshonra absoluta.
Es
romper lo más sagrado del lazo matrimonial, la confianza, la certeza,
la intimidad. Me da una gran tristeza pensar que existen mujeres que lo
avalan y lo permiten y espero no estar nunca en esa situación. ¿Por qué
lo dejan pasar, a sabiendas que será un episodio reincidente, por qué
permiten que sus esposos las irrespeten desde lo más básico y
fundamental. ¿Por qué callan y otorgan? Esa sumisión e irrespeto a su
honor e integridad ¿será la herencia para sus hijos, para sus hijas
mujeres?
Así que este artículo va para los lectores hombres, esposos y parejas de quienes me leen.
Pongan atención.
Sus
mujeres no son un trofeo o una medalla para exhibirlas en actividades
sociales y fingir de la pareja y la familia perfecta. No sólo están ahí
para que ustedes les provean un estilo de vida privilegiado y tenerlas
contentas y satisfechas. No son un aparato reproductor de su ADN, ni las
que se encargan de las cosas de la casa. Sus mujeres están allí porque
confiaron ciegamente en ustedes cuando dieron el sí y decidieron ser su
pareja en todo sentido, cuando establecieron las reglas de la
convivencia, la fidelidad y el amor.
Están
ahí para que las llenen de besos, abrazos, apasionadas caricias y
apachurros. A ellas y a nadie más. Están allí porque quieren ser
respetadas, valoradas, amadas, complacidas y deseadas, y eso incluye
todo lo que pasa fuera del hogar y de la habitación, pero también debajo
de las sábanas. A ellas y a nadie más. La infidelidad es como una
quemadura cuya cicatriz queda para toda la vida. Es un papel hecho
añicos que no puede volver a su estado original. No lo olviden.
Hombres,
hombres buenos, hombres con verdadera hombría: pónganse bien los
pantalones y no se los quiten frente a nadie más que no sea su mujer.
Para sexo desenfrenado, su mujer. Para mimos y besos, su mujer. Para
construir una vida juntos, sólo su mujer. No hay nada oculto bajo el sol
(y detrás de los muros de Facebook), todo en esta vida se paga, de las
formas más extrañas e inesperadas. Créanme cuando les digo que no
quisieran pasar por la humillación de enterarse que sus esposas les son
infieles, compran sexo o participan de fiestas indecorosas a vista y
paciencia del resto de sus amigas.
Respeten y amen fielmente a sus mujeres. Lo juraron por sus propias vidas viéndose a los ojos.
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Esther
Lev Schtirbu
Comunicadora
/ Fotógrafa
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