¿CUARENTONA? ¡CUARENTÍSIMA!

Mucho he leído sobre las mujeres al llegar a los cuarenta, mucho escrito por hombres, como si tal edad tuviera un efecto mágico sobre ellos, inspirándolos en la creación de canciones, poemas, textos, investigaciones científicas y declaraciones de amor...

Los cuarenta llegan con gran expectativa, acompañados de cambios físicos innegables, pero ante todo nos otorgan la capacidad de finalmente hacer lo que nos da la gana, sin importar el qué dirán. 

¿Qué tenemos las mujeres al llegar al cuarto piso? ¿Por qué es un número tan definitorio y trascendental? ¿Qué nos sucede que generamos tanto ruido?

Hoy a mis cuarenta yo en lo personal tengo una energía y una determinación como nunca antes. Tengo un ímpetu que solo sentí en mis tempranos veintes, cuando quería comerme el mundo, pero respaldada por la experiencia y la sabiduría que solo dan los años, los golpes, los aterrizajes forzosos y los aciertos.

Mi cuerpo me ha demostrado que es irremediable el paso del tiempo, pero he aprendido poco a poco a abrazar los cambios -y aunque me quejo muchas veces- nunca me había sentido tan cómoda en mi propia piel, tal vez con la paz que sólo viene cuando asumimos con una dulce resignación que se hace lo mejor que se puede y es lo que es. Es acercándome a mis cuarenta cuando más me han piropeado en toda mi vida. 

Y eso es sumamente halagador.

¿Pero qué sucede internamente? ¿Porqué las gente nos mira y escucha con asombro cuando decimos que tenemos cuatro decenas acumuladas? 

Observo con mi ojo de fotógrafa a mis amigas cercanas, ex compañeras del colegio y otras mujeres de mi edad y me parece que están sencillamente fabulosas. 

Tienen un 'je ne sais quoi' que las destaca entre las chicas más jóvenes, un brillo en sus miradas, una picardía en sus sonrisas, una seguridad que se expresa en la manera de llevar sus cuerpos, en sus discursos, en sus proyectos, y las hace verse divinas, seguras y sensuales.

Es solo al llegar esta etapa que nos damos cuenta que incluso las fastidiosas arrugas se ven mejor cuando sonreímos. Así que sonreímos mucho, sonreímos incluso aunque nos esté llevando la gran puñeta. 

Y nos reímos fuerte, a solas y en público, sin vergüenza y de todo lo que nos cause gracia y fascinación, incluso de nosotras mismas y de las tonteras que empiezan a sucedernos en esta maravillosa edad.

Es a los cuarenta que entendemos la importancia de cuidar nuestro cuerpo. Ya no volverán esos años en donde Natura era congraciada con nosotras con o sin ejercicio. 

Ahora duelen un poco más las articulaciones y la espalda baja, pero son más reconfortantes los resultados de un buen entrenamiento. Con la edad también apreciamos -y defendemos- la necesidad de bajar el ritmo, desconectarse, encontrar espacios para el silencio, para oír nuestra voz interna entre tanto alboroto. 

Las pausas, las siestas, los chineos, los cafecitos a solas, todos necesarios para seguir funcionando al ritmo que queremos. 

Y también es a esta reveladora edad que entendemos que ya no podemos tener todo bajo control. Y dejamos ir sin bronca, por la paz, sin necesidad de dar o buscar explicaciones. Nos ganamos el derecho. ¡Nos ganamos el derecho! 

Ya no tenemos que dar cuentas, inventar historias o encontrar la manera de quedarle bien a todo el mundo. Hemos pasado a otra categoría. Y se siente tan bien poder desligarse de las situaciones, personas y obligaciones que no te gustan. Es liberador. Es catártico. Es renovador. Comprendemos que al fin y al cabo nadie resuelve tus problemas, ni paga tus cuentas. Así no más.

Yo a mis cuarenta voy sólo y únicamente donde me provoca, donde sé con bastante certeza que lo voy a pasar bien, que me voy a reír en paleta, que la sonrisa no se me va a borrar de la cara de manera espontánea, que me voy a topar con gente linda y querida, y que voy a regresar a mi casa recargada y genuinamente contenta. 

La mínima posibilidad de encontrarme con energías e individuos que alteran mi orden interno -y volver drenada y abrumada- es suficiente como para quedarme en mi casa disfrutando de un delicioso café. Los cuarenta empoderan, nos quitan de encima viejas ataduras y nos dan una confianza muy particular. 

Al llegar a los cuarenta no queremos escondernos más detrás del cristal de las apariencias. Esto es lo que somos, estas son nuestras posibilidades, habilidades, defectos y limitaciones. 

Es a esta maravillosa edad donde se manifiesta lo mejor de nosotras y de nuestra personalidad con la confianza y determinación que sólo se logra cuando finalmente hemos mandado todo lo que nos oprimía el pecho y el accionar a la reverenda y mismísima mierda. 

Entendemos que no puede gustarnos todo el mundo, y sin duda no somos peritas en almíbar para deleitar los paladares de todas las audiencias. Entramos en una faceta en donde estamos contentas y satisfechas con lo que nos tocó vivir, porque lo asumimos con una perspectiva distinta, con una gratitud diferente, con una visión clarísima que los años pasan y seguirán pasando en un soplo y que lo que no vivamos, amemos, defendamos, abracemos y experimentemos ahora, probablemente no lo haremos nunca. 

Entendemos que las relaciones no son perfectas, que hay que rodearse de gente capaz de hablar de frente, que te critique constructivamente, pero que te quiera y acepte con todas tus irregularidades. Que el amor y el cariño tienen muchas facetas y que transmutan en el tiempo, algunas veces haciéndose más sólidos y otras simplemente desapareciendo. 

Y está todo bien. 

Así que hoy que formalmente el elevador me ha dejado en el cuarto piso para empezar a disfrutar y saborear de esta nueva aventura, yo sólo quiero darle a la vida un abrazo y un beso apretujados por permitirme haber llegado hasta este día con salud, bendecida con un hombre al que amo y que me ama y dos hijos extraordinarios.

Agradecida con la vida por premiarme con una familia que nos apoya y cobija, con amigos encantadores a mi lado y con quienes pretendo envejecer, con un salveque en la espalda lleno de experiencias y anécdotas que me han moldeado, y rodeada de tanto amor, tanta belleza manifestada en miles de formas, colores, aromas y texturas, tantas alegrías, llena de metas por cumplir y sintiéndome genuinamente fabulosa.

Aquí estoy. ¡Cuarentísima!

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Esther Lev Schtirbu
Comunicadora / Fotógrafa
FB: Los Fabulosos 30+
www.losfabulosos30mas.blogspot.com

losfabulosos30mas@gmail.com

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