Mucho he leído de la boda real desde ayer. No me levanté a las 4:30
a.m para verla en vivo y en directo, pero apenas me hicieron efecto las
dos tazas de café, me la pasé horas leyendo todas las noticias, viendo
los reviews sobre los sombreros, los vestidos y los trajes, y dándole
‘play’ veinte veces al mismo video para ver la cara de Harry cuando vio a
Meghan llegar a su encuentro.
Nada de lo anterior me parece reprobable o vergonzoso.
Más allá de todo lo que pueda pensar de las monarquías -y la
detestable manera en que gastan el dinero del pueblo- la boda real
rompió con muchos esquemas sobre clases sociales y diversidad racial,
convirtiéndose en un canto al amor que refleja nuestros tiempos.
He leído por allí que Meghan tendrá que “renunciar” a muchas
libertades de su vida como plebeya... Nadie la ha obligado, no fue
forzada a casarse como en el Oscurantismo, ni la han sometido a aceptar
condiciones a las que ella no ha accedido.
Es justamente es esa posibilidad de elegir su destino -ya haya sido
junto a un príncipe o un sapo- que radica su poder y autonomía como
mujer. No por haber decidido y aceptado por cuenta propia casarse y
seguir las reglas y protocolo que su título nobiliario le merecen, es
Meghan una sometida, una anti-feminista o una traidora de los derechos
de la mujer.
Por el contrario. Ha sido lo suficientemente valiente como para
enfrentarse a una familia y un círculo tan hermético, siendo una figura
pública reconocida, que nunca se ha cuestionado su pasado, sus raíces
étnicas o su forma de pensar y opinar.
A mi me gustan los cuentos de hadas. Desde que soy un niña. Me
emociono, se me salen lágrimas de cocodrilos y suspiro como quinceañera.
Pero esta boda no solo me llevó a hacer todo eso, sino a creer al
final, a pesar de todo y contra todo lo impuesto, el amor siempre gana.
♥️Esther
Esther Lev Schtirbu
Comunicadora&Bloguera
Fotógrafa&Maquillista
FB: Los Fabulosos 30+
IG: @estherlev76
IG: @estherlevphotopassion
Tel: 8926-6572 / 2588-1844
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