miércoles, 28 de noviembre de 2018

ESTE AGOSTO

Este agosto es especial. No porque los anteriores no lo hayan sido, sino porque en nuestra familia celebramos el Bar-Mitzvah de nuestro hijo Ian.

La Bar-Mitzvah se celebra cuando un niño judío cumple 13 años y la frase se traduce como “Hijo de los Mandamientos”, es decir, que el chico se vuelve responsable de cumplir los mandamientos (Mitzvot) de la Torá. El propósito de las Mitzvot es mantener nuestras vidas enfocadas en lo que es realmente importante: la familia, la comunidad y una relación con D-os.

Nos encantan nuestras tradiciones y les hemos inculcado a nuestros hijos el respeto tanto por su religión, como por todas las demás que conforman su contexto. Mis hijos se enorgullecen de sus raíces y disfrutan de compartir lo que hasta ahora conocen del Judaísmo con sus amiguitos de otras religiones.

Debo confesar que cuando empecé a planear la celebración estaba un poco renuente a todo lo que implicaba; organizar actividades con tantos detalles no es lo mío. Mi déficit atencional no me permite enfocarme y no sé cómo saldrá todo, siempre siento que algo me faltó por hacer...

Sin embargo, con el pasar de los meses empecé a ilusionarme muchísimo porque al fin y al cabo pocas veces se logra reunir a tanta gente querida de una sola vez.

Ian se ha preparado con gran esmero para este domingo. Ha tenido que aprender a rezar en hebreo cuando nunca antes lo había hecho. Gracias a su buen oído musical se ha memorizado todas las melodías del rezo y canta día y noche, ¡al punto que hay que pedirle un rato de silencio!

Gracias a esta celebración hemos podido reunirnos y disfrutar de la familia que vive lejos, y tenerlos aquí unos días nos llena de inmensas alegrías. Ha sido también la excusa perfecta para enmendar algunos caminos que estaban chuecos y dejar el pasado atrás.

Este agosto recuerdo intensamente a mis padres, y en especial a mi papá que hubiera estado tan feliz de ver a su nieto hacer su Bar-Mitzvah. Creo que necesito darme un buen majonazo en el dedo chiquito de alguno de los pies para llorar todo lo que tenga que llorar antes de la ceremonia y no poner a nadie en ridículo...

La vida nos premia en esta ocasión con la posibilidad de festejar la vida de Ian, el verlo convertirse en hombrecito, el llegar a sus ‘teens’ con una chispa que nos saca carcajadas todo el tiempo, asumiendo retos que el solito se propone y entendiendo que sus acciones a partir de ahora tendrán una importancia y un peso muy distintos.

Este agosto nos ha permitido recapitular y ver hacia atrás. Muchas veces nos topamos con obstáculos, en ocasiones la cosa se ha puesto cuesta arriba, pero cuando vemos a Ian y a Juli convertidos en niños tan felices y entusiastas sabemos -sin duda alguna- que la vida nos ha bendecido a chorros.

Espero no tener cara de loca el domingo, que todo salga como lo imagino y que todos los invitados disfruten tanto de la celebración como nosotros de tenerlos allí acompañándonos.

Esther Lev Schtirbu
Comunicadora&Bloguera
Fotógrafa&Maquillista


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